domingo, 19 de mayo de 2013

Luego existes


No importa a qué religión tradicional se pertenezca, no importa cómo se llame el Dios al que se rece ni el templo en el que se haga. No importa a qué etnia o cultura se pertenezca. No importa siquiera que se sea pobre o rico, que se viva en una gran metrópolis o en lo más profundo de una selva remota. Lo queramos o no, nos demos cuenta o no, nuestras vidas cotidianas tienen lugar en el seno de un culto que rinde tributo al Dios Mercado. Vivimos según las interpretaciones que hacen los sumos sacerdotes de la voluntad del Dios Mercado. Aunque nunca hayamos hecho profesión de fe formal para ingresar en esta religión, nos han ingresado en ella sin pedirnos nuestra opinión y, lo que es más grave, sin que ni siquiera nos demos cuenta



Somos, explicaba Galeano, como el pollo al que van a cocinar y le dejan elegir entre las diversas especias y condimentos con los que será cocinado, y al que al rebelarse frente a su situación y negarse a ser cocinado, se le descubre que esa opción no está disponible para su elección...
Religión y poder: un Dios que siempre resucita

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