domingo, 30 de diciembre de 2018

EL LIBRO DE CATARINA

Tomado de elpais.com
Catarina nos recomienda este libro para hacernos unas risas porque esto sucedía... ¡hace años!

En una céntrica calle de Zaragoza había una casa con las ventanas siempre cerradas por la que desfilaban auténticas romerías de monjes franciscanos entrando y saliendo con llave propia. En una de las estancias, varios de ellos, incluso, llegaban a encerrarse a la vez con una mujer de nombre Francisca. Hasta que los vecinos dijeron basta y pusieron fin a ese "lupanar especializado". Una simple denuncia de un residente en esa misma calle acabó con el prostíbulo preferido de los franciscanos en el siglo XVII.

Si este proceso no quedó enterrado en siglos de historia es porque llegó a los tribunales con todos los detalles. Los archivos judiciales eclesiásticos recogen cientos de relatos de amores prohibidos, terribles agresiones sexuales, prostitución, la entonces vetada homosexualidad e incluso reyertas en plena misa. El historiador Juan Postigo se sumergió durante meses en el archivo diocesano de Zaragoza para rastrear los bajos fondos de la sociedad de los siglos XVII y XVIII.

"Los documentos son realmente explícitos. Como no había pruebas forenses, los investigadores hacían interrogatorios muy exhaustivos que han quedado completamente registrados", afirma el investigador, cuyo trabajo ha quedado recogido en el libro El paisaje y las hormigas (Universidad de Zaragoza). Como explica Postigo, muchas de las prácticas consideradas ilegales eran aceptadas por la sociedad, hasta que un punto de inflexión las convertía en insostenibles y llegaban a los tribunales. En el caso del prostíbulo de los franciscanos, el detonante fue la discusión de uno de los vecinos con el dueño de la vivienda.

La catedral de La Seo también albergó reyertas, como la impresionante pelea a puñetazos que enfrentó a dos religiosos en plena misa el 2 de noviembre de 1747. Todo se desencadenó porque uno hizo notar al otro que se había olvidado de leer un versículo.

Postigo extrae una conclusión del análisis de los crímenes pasados: "Las rigideces impositivas solo llevan a que las personas tengan que encontrar fisuras para satisfacer sus instintos. En muchas ocasiones puede ser contraproducente atar demasiado estrecho a la gente".

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