
Como "el toro de la vega" es una salvajada, desde antiklerical, proponemos una alternativa.
Consiste en hacer circular por las calles de Tordesillas al obispo de Sigüenza-Guadalajara tocado con una cabeza toro y vestido con su habitual uniforme de mamarracho.
Los habitantes del pueblo, a pie o a caballo, con palos, terminados en esponjas, mojadas con pintura roja o vinagre --a imitación del crucificado--, pueden azuzarle, empujarle, darle de beber en una bota un buen vino de Valladolid (tampoco hay que excederse), o simplemente pasar olímpicamente del sujeto. Si tiene éxito el festejo, podría extenderse a otros pueblos en los que la crueldad con los animales, es norma, desde tiempos inmemoriales e ir cambiando las costumbres con las que nos identifican a los habitantes de nuestra "pell de brau".