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jueves, 30 de agosto de 2018
EL INEXISTENTE INFIERNO
Cuando era niño, como a tantos millones de críos, una de la prácticas habituales en la "enseñanza" de la religión católica era el recurso al terror, en este caso el miedo al infierno: si eras "malo", según sus directrices, normas, órdenes y demás suerte de acciones u omisiones catalogadas como "pecado", te ibas al infierno, lugar terrorífico donde ardías terriblemente y sufrías eternamente -vamos, como si aplicaran un mechero de butano de los de laboratorio por todo el cuerpo, de manera continua, chamuscando tu cuerpo y produciendo terribles dolores-.
El miedo, el terror, era muy habitual en nuestra época de infantes durante el tardofranquismo. Miedo a la represión, a la policía del régimen, miedo a los curas, miedo en los colegios, miedo en las calles, miedo y represión. Miedo en casa, era mejor callar tanto en sentido ascendente -hijos a padres- como en sentido descendente -padres a hijos-.
Miedo social, miedo al qué dirán, miedo a los vecinos,a los porteros, miedo a perder el trabajo -o a no encontrarlo-; mucho miedo y muchas mentiras, como la del infierno. Así se fue construyendo un modelo social en el que unos cuantos se enriquecían y dominaban y reprimían y encarcelaban y ajusticiaban -mandaban ajusticiar- y otros se beneficiaban de la situación: el clero que había bendecido esa suerte de cruzada genocida contra todo el que no pensara "como dios manda" -todavía dudamos del Valle de los Caídos: dinamita en cantidades cósmicas-.
Esos mierdas, que ahora siguen abusando del poder y de la autoridad y esos mierdas de curitas que siguen abusando impunemente de niños, niñas y jóvenes. Esos mierdas que no irán al infierno porque nos aterrorizaron con él, pero sabían que no existe. Unos murieron en paz, bendecidos y ungidos por sus compañeros de correrías y otros, los actuales, también, porque para eso la iglesia católica ha tenido mucho cuajo. Ha sabido y sabe aterrorizar a la sumisa población que los cree -¿cómo es posible?- y se irán de rositas de este mundo habiendo obtenido como gran castigo una carta de recomendación para trabajar en Disneylandia.
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