domingo, 9 de mayo de 2010

Beneficios de la espiritualidad






Una escena de vida cotidiana en un monasterio de clausura en Cubas de la Sagra (Madrid). Observen, por Dios, la cara de satisfacción de ella, y lo servicial que se muestra él, fray Pedro

He aquí a la madre abadesa del monasterio de Santa Juana (Cubas de la Sagra) mostrando al periodista los restos de un tal fray Pedro, muy apreciado en la localidad. A la monja, si observan detenidamente su expresión, le encanta enseñar su tesoro, conservado en una especie de urna en la que se enciende al abrirla, como en las neveras, una luz misteriosa. La primera persona a la que se le ocurrió convertir las puertas de los muebles en interruptores de la corriente eléctrica tuvo una idea genial, aunque inquietante. Ahora ya estamos acostumbrados, pero traten de imaginar lo que suponía, en otros tiempos, encontrar luz donde teóricamente sólo había oscuridad. Algo así como ver al cerrar los ojos. O como ganar al rendirte. O resucitar al morir. O como abrir una tumba y que el difunto te dé los buenos días.


Si se fijan en la expresión y la postura del esqueleto, concluirán conmigo en que los restos de fray Pedro están vivísimos. De hecho, parece que preguntan algo a la monja.

–¿Desea algo, madre?

–Nada, que han venido estos señores a verle. Pero usted siga meditando
.

Una curiosa escena de la vida cotidiana, en fin. Personalmente, desde que tropecé con esta imagen, no puedo abrir el ropero sin acordarme de fray Pedro. Y es que mi ropero también tiene una luz que se enciende al abrirlo y se apaga (supongo) al cerrarlo. Pero aunque un traje colgado dócilmente de su percha tiene también algo de cadáver, su visión no me suministra ni la mitad de la alegría interior que fray Pedro aporta a su cuidadora. Beneficios de la espiritualidad.

JUAN JOSÉ MILLÁS 09/05/2010

2 comentarios:

Albino dijo...

Una grave luxación de mandibula, que me ha obligado a llamr al 112, me impide hacer comentarios. Sólo uno: Millás eres único.

Josefo el Apóstata dijo...

Espero que estés bien de la quijada y que la causa de la descuajeringación no haya sido un grito despavorido al ver al fraile amojamao ese...