lunes, 13 de junio de 2011

EL CRUCIFIJO DEL CRETINO


Enric Sopena en El Plural
Juan Cotino, en la actualidad presidente del Parlamento valenciano, puso ayer un crucifijo de su propiedad en la mesa presidencial. La verdad es que el gesto de Cotino, militante del PP y ex director de la Policía con Jaime Mayor Oreja de ministro del Interior y José María Aznar de presidente del Gobierno, va más lejos de ser sólo la provocación de un meapilas.

Ese gesto también retrata al personaje como un nostálgico del franquismo, cuando en las Cortes españolas el crucifijo ocupaba obligatoriamente –igual que en todas las instituciones públicas o privadas- lugares de honor. Cotino es del Opus Dei, como lo es el historiador falaz Luis Suárez, el mismo que no se corta un pelo diciendo que él siente “por la democracia un profundo desprecio”. El mismo que sostiene que Francisco Franco Bahamonde no fue un dictador.

Cotino, sin embargo, se ha quedado corto exhibiendo ese crucifijo. La escena del cruel asesinato de Jesús de Nazaret, clavado en la cruz, incluye a otros dos crucificados. Uno, llamado al parecer Dimas, era el buen ladrón. El otro, sin nombre, era el mal ladrón. Dimas –según el evangelio de Lucas- subió al paraíso casi de la mano del propio Jesús. El mal ladrón, en cambio, pudo acabar tal vez en el infierno.

El País Valencià, como nadie ignora, está repleto en estos tiempos de ladrones malos. Hay en las tres provincias, Castellón, Valencia y Alicante, ladrones –en su mayoría políticos- que se han podido enriquecer robando a las arcas públicas o aprovechándose de sus cargos e influencias para forrarse. Y, no obstante, estos ladrones malos –casi todos ellos conocidos por Cotino- no han sido aún castigados. Ni por el gran jefe de todos ellos, Mariano Rajoy, que tiende siempre a emular a Poncio Pilatos, ni por los jueces que van avanzando en sus investigaciones, aunque con excesiva lentitud.

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