Insultar a Dios sigue siendo delito en casi todo el mundo. Es cierto que en la órbita musulmana es donde se aplican con más saña las penas por ofender a Alá o a su Profeta, mejor dicho, por ofender a sus seguidores, pero también en la órbita cristiana se saca a relucir de vez en cuando la ley que castiga a los que hieren la sensibilidad religiosa de los demás. Un ejemplo reciente es el de las chicas rusas de un grupo punki, pero no hay que ir tan lejos, aquí han pasado por los juzgados no pocas personas por estas acusaciones (Javier Krahe o Leo Bassi, entre otros).
La sensibilidad religiosa, parece que es una sensibilidad más sensible que otras sensibilidades, porque es la única que está protegida por la ley. Las sensibilidades política, artística, social, afectiva o sexual, por decir algunas, pueden ser objeto de burla, ataques o menosprecios sin ninguna norma que las proteja. Y así está bien. Lo que es una anacronismo y un signo del poder e influencia que tienen las religiones en todas las sociedades es la existencia de estas leyes, como la que en Holanda están en camino de abolir. Ya era hora que alguien empezara a hacerlo. Los pajarroucos y cristofachas que nos gobiernan en las Españas van justo en dirección contraria, camino de la misa obligatoria.
El ejercicio de soltar blasfemias es algo que he practicado toda la vida, porque como reír y cantar, me sienta de cojón, pero últimamente, con los malos tiempos que corren, se está convirtiendo en necesidad. Ya sabéis que el día 30 de septiembre es el día internacional del derecho a la blasfemia y que, para celebrar tan magno evento, ANTICLERAL convocó un concurso popular de "mecagüen". No hemos repartido premios a las mejores, pero una que me gusta y repito bastante es: ¡¡mecagüen el copón con ruedas!!
1 comentario:
Muy acertado el matiz: se ofenden los seguidores. Pero es que uno se queda de cojón.
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