El Tribunal Supremo ha confirmado la pena de ocho años de cárcel y el pago de 100.000 euros de indemnización al sacerdote José Luis Galán por abusar sexualmente de una menor mientras era director espiritual en el colegio Hijas de María Nuestra Señora de Talavera de la Reina, en Toledo, entre 2011 y 2014. La sentencia, a la que ha tenido acceso este periódico este miércoles, remarca “el calvario” por el que ha pasado la víctima, ahora mayor de edad, y arremete contra el recurso de la defensa dirigido “a cuestionar la credibilidad del testimonio de la víctima”. La resolución del caso, destapado por EL PAÍS, llega siete años después de que la joven denunciase las agresiones sexuales, tras varios intentos de suicidio y un centenar de informes psicológicos que señalaban claramente el gran daño que le han causado tales agresiones. Desde ese momento, el camino hasta lograr justicia ha sido largo, en parte por culpa de las demoras de los tribunales que, entre otras cosas, tardaron dos años en llamarla a declarar tras presentar la querella. De ahí, fue ganando la causa en cada tribunal, pero la justicia fue aceptando los recursos del acusado, que siempre ha mantenido su inocencia. La joven también denunció el caso ante el tribunal canónico del arzobispado de Toledo, que derivó el caso al Tribunal Eclesiástico de la Rota y proclamó la inocencia del sacerdote.
Los abusos comenzaron un año después de que ambos se conocieran durante un viaje escolar en 2010 para hacer el Camino de Santiago. La relación se fortaleció durante el curso siguiente, cuando Galán se convirtió en su director espiritual ante la mala racha familiar que estaba atravesando, pues sus padres se estaban divorciando. La realidad es que el sacerdote y la madre habían comenzado una relación sentimental. “Nos cogimos confianza. Lo consideraba como mi segundo padre”, contó la joven sobre el ahora condenado, según aparece en el primer auto del caso al que tuvo acceso este diario. Ese año comenzaron las primeras agresiones sexuales por parte de Galán, que según la víctima siempre las justificaba con la frase “es lo que Dios quiere” o acompañadas de amenazas, como “puta, no mereces la pena, eres una niñata”.
El condenado mantiene que la denuncia de la víctima estaba motivada por un ataque de celos hacia su madre, por la relación amorosa que tenía con él. De hecho, uno de los recursos que ha desestimado el Tribunal Supremo es que en el relato de la víctima hay contradicciones. No obstante, el alto tribunal deja claro que “ante un calvario como el que tuvo que pasar la joven durante tantos años, como lo tuvo que padecer, lo increíble hubiera sido una coincidencia exacta, cuando la experiencia de la vida nos enseña que, si bien la esencia de un acontecimiento puede recordarse en lo que el acontecimiento deja marcado, no siempre se es capaz de recordar cada detalle o secuencia puntual de ese pasado, más cuando ha transcurrido determinado periodo de tiempo”.
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