Antonio Ramón Peña en
Libertad Digital, nos explica lo que somos y en qué creemos:
La Navidad también es para laicistas. Debo comenzar diciendo que el laicista es una
tipología humana no encasillable en ninguna de las clasificaciones estándar.
Por ejemplo, el ateo es un tipo de humano encasillable en el grupo de los que no creen en nada, y
no se da cuenta de la contradicción de su pensamiento dado que creen en que no creen, luego ya creen en algo. El ateo suelen dejar en paz a los que tenemos creencias religiosas. Otro tipo humano es el incrédulo, que no es exactamente un ateo sino que pertenece a esa tipología de los que presumen de estar de vuelta de todo, incluso de ellos mismos. Tienen un sentir
escalofriantemente escéptico y suele ocurrir que tarde o temprano acaban en el nihilismo.
El incrédulo tiene muchos puntos en común con el escéptico pero se diferencia de aquel en que éste duda y vacila. Al escéptico le gustaría creer, su mente y su corazón le llaman hacia la esperanza pero está cubierto por un manto de pesimismo que le hace titubear continuamente. Hay otra tipología humana que es la de los despreocupados. Estos suelen acabar en la indiferencia e incluso en el estoicismo. Son un tipo de personas a quienes no hay nada que les haga reaccionar y salir de su
molicie(1).
Existe un conjunto humano formado por tipologías distintas pero con muchos puntos en común: los antirreligiosos, anticlericales, heterodoxos, iconoclastas e incluso apóstatas. Todos ellos odian no a la religión, sino al cristianismo y concretamente al catolicismo y a la Iglesia.
Suelen tener creencias religiosas, para-religiosas o filosóficas e incluso creen en la magia, la hechicería, el ocultismo.(1)
1. Blandura de las cosas al tacto.
2. f. Afición al regalo, nimia delicadeza, afeminación.
osease, una forma amable de llamarlos maricones