domingo, 14 de mayo de 2017

LA "CASITA DE SU DIOS" ERA UN INFIERNO

Tomado de elpais.com

Eran niños, sordos, y muy pobres. Las víctimas ideales. Era fácil convencerles de que no contaran nada. Y si lo hacían, como pasó con algunos, nadie les creería. Todavía hoy, ya veinteañeros, sorprenden a los abogados y fiscales por las caras de terror que ponen en las rondas de reconocimiento cuando ven al padre Corradi, de 82 años. Se llevan la mano a la boca y cierran el puño. Le siguen teniendo miedo aunque esté en la cárcel. Son los niños del Provolo de Mendoza (oeste de Argentina), un instituto para sordos donde se cometieron abusos sexuales de todo tipo durante años sobre menores incluso de cinco años. Realizados en su mayoría por curas, en ocasiones con la ayuda de una monja que probaba a las niñas y niños para encontrar a los más débiles y entregárselos a los sacerdotes.

Todas las víctimas e incluso los fiscales de la causa coinciden en una idea: la enorme responsabilidad de la Iglesia. Sobre todo porque sabían hace muchos años quién era Nicolás Corradi. Y lejos de frenarlo, de denunciarlo a la justicia o de apartarlo de los niños, se limitaron a cambiarlo de ciudad o de país, donde simplemente cambiaba de víctimas, siempre niños sordos y pobres. Corradi llegó a La Plata, cerca de Buenos Aires, en 1986. Venía de Verona, donde había abusado presuntamente de otros niños sordos. Una grabación con cámara oculta a uno de los curas del Provolo de Verona hecha por unos periodistas italianos muestra el sistema: cuando había denuncias, el cura tenía que elegir: “a casa o a América”. Todos optaban por lo segundo.

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