Los y las historiadoras sabemos desde hace décadas que la nación es un invento (y además, históricamente muy reciente, pese a que muchos traten de dotarla de esencias inmemoriales), una "comunidad imaginada" como rezaba el título del clásico sobre la materia de Benedict Anderson: una construcción social mediante la cual personas alejadas en el espacio y que no se conocen se sienten miembros de una misma comunidad porque, entre otras cosas, leen el mismo periódico cada mañana (ahora diríamos que porque viralizan el mismo video de Tiktok). Un invento, en fin, de la revolución francesa y la revolución industrial, con poco más de doscientos años y que no tendría por qué pervivir para siempre, por mucho que se ofusquen los de las banderitas. Si lo piensas, la humanidad ha vivido muchísimo más tiempo vinculada colectivamente bajo otro tipo de comunidades, fueran imperios, ciudades-Estado u organizaciones tribales. Y quién sabe si acabaremos volviendo a alguna de esas viejas fórmulas.
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