El poder de la Iglesia católica es tan grande que los curitas ignorantes, pederastas y supersticiosos manejan un enorme oligopolio educativo. O sea, que mandamos a nuestros niños a unas escuelas regidas por unos tipos, generalmente melifluos, que llevan siglos practicando u ocultando cientos de miles de abusos sexuales. Ahora somos todos nosotros, como sociedad, los que estamos también siendo cómplices de los Príapos ensotanados. Ya conocemos lo que ha pasado. Los mismos curas, el mismo Papa, lo refrendan. Y a nadie se le ocurre la idea de apartar a la Iglesia católica de toda tarea educativa. Prohibírsela. Como se cerraron las herriko tabernas, coño. Pues se cierran los colegios católicos por pertenencia a banda organizada corruptora de niños. Y que se les obligue a que entreguen los penes como si fueran armas. Y que cierren sus periódicos y sus revistas. Y que ilegalicen los partidos que no condenen sus actos. Parece una locura. Pero ya se hizo. Y no hace tantos años.
Este martes se celebró en el Parlament catalán la primera sesión de una comisión de investigación sobre abusos sexuales en la Iglesia católica. Varias víctimas relataban su experiencia. Ni Partido Popular ni Ciudadanos ni Vox acudieron a su trabajo. Sus comisionados ni aparecieron por la mesa. Vinieron a decir que a todos sus votantes y votantas (10,2 millones en las elecciones de 2019) se la refanfinfla que le metan a sus hijos un hisopo carnal por la boca entre la clase de biometría y la de física de fluidos.
En su afán por parecer contemporáneo en este divino aspecto, nuestro gobierno progresista, laico y súper o sea acaba de anunciar que todas las iglesias, todas las supersticiones, todas las idas de olla van a tener el mismo trato que la católica. En resumen, que si echamos cuentas, los españoles gastamos más en creencias que en saberes. Subvencionamos más el culto que a las cultas y a los cultos. Amparamos más a los que se arrodillan que a los que piensan. Y construimos más iglesias que universidades. Con el presupuesto de todos. Con las exenciones fiscales. Con las inmatriculaciones de tierra. Con la impunidad legal.
Las víctimas de violaciones por parte de curas que fueron el martes al Parlament tampoco creáis que salieron demasiado contentas. Ya dije arriba que los representantes de nuestra derecha declinaron el honor (y su deber) de asistir, pero parece ser que las señorías que sí acudieron se ocuparon más de chatear en sus teléfonos que de escuchar los testimonios. Nadie se atreve con la iglesia. Nadie se atreve ni siquiera a escuchar testimonios contra la iglesia. Con la iglesia, como siempre, hemos topado.
Antes se decía aquello de dejar al zorro al cuidado de las gallinas, y nos hacía mucha gracia. Pues estamos dejando al pederasta al cuidado de los niños, y hay que plantearse hasta qué punto la iglesia, como organización, está capacitada para abrir escuelas. Hoy mismo, la Conferencia Episcopal española sigue negando la documentación sobre miles de casos al Defensor de Pueblo. Y la que dan, la entregan sin nombres ni apellidos. No vaya a ser que algún arzobispo tenga que abandonar su loft por una celda.
Pero no os hagáis ilusiones. Los ateos soñamos lo divino, pero los creyentes seguirán manoseando lo humano. Sobre todo a edades tempranas.
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