sábado, 15 de febrero de 2025

ABUSADOR Y CON PREMIO

Tomado de eldiario.es

El fraile condenado por abusar sexualmente de cuatro niñas del colegio Franciscanos aún no ha sido sancionado por la Orden Franciscana a la que pertenece, según ha podido conocer este periódico, más de un año después de que el Tribunal Supremo confirmara la sentencia de 20 años de prisión.

En diciembre de 2020, la Audiencia Provincial de Córdoba condenó a este sacerdote a dos décadas de cárcel cuatro delitos continuados de abuso sexual sobre personas menores de trece años con prevalimiento de su condición de profesor de las víctimas, ya que ejercía como docente de Religión en dicho centro. Tras sucesivos recursos al Tribunal Superior de Justicia de Andalucía (TSJA) y al Supremo, este último ratificó la condena en diciembre de 2023.

Fue con esta sentencia firme, que puso fin a la vía judicial, cuando la Orden puso en marcha un proceso interno al albor “de lo establecido en la normativa canónica” y que aún está en curso, según fuentes franciscanas, que insisten que “en el momento en que se supieron los hechos, se actuó con la máxima diligencia, aplicando las medidas disciplinarias que establece el Derecho Canónico y el Protocolo de prevención y actuación frente a los abusos sexuales a menores y personas vulnerables”. El sacerdote fue entonces relegado de sus funciones como profesor, a la vez que la Orden lo apartó de centros escolares “como medida cautelar para evitar que tuviera contacto con menores”.

Este caso pudo llegar a los tribunales y ser juzgado gracias a que una de las víctimas declarara ante agentes de la Policía Local haber sido víctima de abusos sexuales por un profesor de su colegio. Esta confesión la realizó tras una noche en la Feria de Nuestra Señora de la Salud. Una vez dado este primer paso, las cinco víctimas restantes se unieron a esta denuncia dado que ellas habían pasado por circunstancias parecidas. Sin embargo, la Audiencia Provincial lo condenó por cuatro delitos porque en dos de ellos no quedó acreditado que tuvieran “significación sexual”.

Este caso volvió a poner de manifiesto la importancia de la primera confesión en el caso de los abusos múltiples dado que las víctimas dejan de encontrarse solas. Cabe recordar que cuando ocurrieron estos hechos, las menores tenían entre ocho y 12 años. El modus operandi principal del condenado consistía en sentar a sus víctimas en sus piernas, ya fuera en clase o en el despacho. Para acudir a esta estancia, el acusado utilizaba el señuelo de “ir a por chuches”, a lo que las menores acababan accediendo, según ha quedado acreditado en la sentencia.

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