A principios de año, un grupo de fieles regaló un manto de terciopelo azul bordado en oro a la Virgen de los Ángeles de Morón de la Frontera. La idea del grupo era que la imagen la usara durante sus salidas procesionales y la Hermandad del Soberano Poder de la localidad lo recibió de buena gana. Luego estalló la polémica: el manto lo habían hecho en un taller de Bangladés.
¿Arte sacro en Bangladés? Esta misma semana, las asociaciones de arte sacro de Andalucía han lanzado un comunicado en el que alertan de la proliferación de enseres cofrades "realizados por talleres situados en países extranjeros como Pakistán o Bangladesh que no solo tienen baja calidad sino que son fruto del plagio del trabajo que estos artesanos".
Hay dos grandes motivos para ello. El primero (y esto no va a sorprender a nadie) es el dinero: según se calculaba en ese momento, el manto de la Virgen de los Ángeles hubiera costado tres veces más si se hubiera hecho en un taller español.
Además prometen hacerlo rápido. Porque ese es el segundo motivo: el tiempo. Según parece, de los tres años de media que se tarda en realizar un manto aquí se pasa a unos pocos meses.
Un problema va más allá del bordado... Según los artesanos andaluces, el problema también "afecta a otras disciplinas como la talla en madera, el dorado o la orfebrería". Y, por descontado, está a la orden del día en productos de menos interés artístico como túnicas, capas, cíngulos y otros enseres.
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