Tomado de elpais.com
El miércoles por la mañana, durante su conferencia diaria, el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador sacó de sus bolsillos un par de amuletos religiosos con la oración “Detente enemigo, que el corazón de Jesús está conmigo” y dijo que esos eran sus escudos contra el coronavirus, además de la honestidad y el combate a la corrupción. Su gesto como líder de uno de los países más devotos de América Latina, y uno de los que menos medidas preventivas han implementado frente al brote global de Covid-19, encarnaba a la perfección el conflicto que representan las creencias individuales para la gestión de crisis colectivas: en una situación que exige el acatamiento masivo de criterios científicos para reducir el riesgo, fomentar el pensamiento mágico o credos personales desde una posición de poder puede tener consecuencias nefastas.
Los encuentros religiosos ya han sido identificados como focos de contagio en dos países que tenían un número relativamente bajo de casos positivos. Hace una semana, Malasia anunció que al menos 190 personas habían contraído coronavirus al asistir a un rezo masivo en una mezquita. Era el mayor aumento de casos registrado en el país, y recordaba al episodio que disparó el número de infectados en Corea del Sur en febrero, cuando una mujer conocida como Paciente 31 asistió a dos servicios de la Iglesia Shincheonji de Jesús —incluso después de desarrollar fiebre—, y provocó el contagio de más de mil personas.
López Obrador no ha sido el único en encomendarse a las divinidades: el lunes, en un acto oficial, el presidente colombiano Iván Duque le pidió protección a la Virgen de Chiquinquirá, patrona de Colombia, para sobrellevar la crisis; el viernes, medios locales informaron que el gobierno de Costa Rica, junto con autoridades de la Iglesia, planeaban hacer sobrevolar por todo el territorio a la Virgen de los Ángeles, patrona de Costa Rica.
Mientras los Gobiernos de América Latina se debaten entre proteger lo que puedan de sus economías o proteger más la salud de sus ciudadanos, los cultos religiosos y sus líderes siguen teniendo un rol decisivo para millones de fieles que buscan consuelo y orientación en medio de la crisis, incluso más que las advertencias de la OMS de aislarse, evitar concentraciones de gente y ponerse en cuarentena si uno ha viajado a zonas de alto contagio. La paciente 1 de Colombia asistió a una Iglesia cuatro días después de volver de Italia, pero los domingos posteriores los templos volvieron a llenarse. El domingo pasado, la Basílica de Guadalupe de Ciudad de México, un centro de peregrinación mundial, estaba repleta como siempre. En Brasil, algunas de las iglesias evangélicas más poderosas han dicho que no piensan suspender sus reuniones. En Nicaragua, los obispos parecen más preocupados que los gobernantes. A medida que aumentan los casos positivos en la región, los cultos han comenzado a reaccionar. Para bien y para mal.
En el Brasil de Jair Bolsonaro, sus seguidores más leales han difundido la idea de que, tal y como ha dicho el presidente, la pandemia del coronavirus es una “histeria”. Uno de ellos es el todopoderoso Edir Macedo, fundador y obispo de la Iglesia Universal del Reino de Dios (IURD). Se trata de una de las principales instituciones evangélicas neopentecostales de Brasil, con varias ramificaciones en Latinoamérica y Europa. El pasado domingo, Macedo divulgó un video a través de WhatsApp en el que afirma que “no hay motivos para que la gente se vuelva aterrorizada por algo que no coincide con la realidad”. Además de acusar a los medios de llevar “el temor a poblaciones y naciones”, el líder de la IURD, un empresario multimillonario que es dueño de la segunda cadena de televisión de Brasil, asegura que “por detrás de esa campaña del coronavirus hay intereses económicos”.
Después de que se eliminara el video de Schmidt en Youtube, Macedo borró el video de sus redes sociales. Pero divulgó otro video en el que pide a los evangélicos que no busquen las noticias sobre la pandemia y las recomendaciones médicas, sino que lean la Biblia para que “la palabra de Dios” les salve de cualquier enfermedad. En Brasil, donde se registra la mayor cantidad de casos positivos en América Latina, otros líderes religiosos como Silas Malafaia, líder de la Asamblea de Dios —una de las instituciones evangélicas más grandes del país—, han dicho que mantendrán sus ceremonias religiosas pese al coronavirus.
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