El pasado 16 de julio se celebró un funeral de Estado de carácter laico. La vedad es que tenía ganas de ver algo así, alejado de la pompa de la catedral de turno, del arzobispo de turno vestido de lagaterana diciendo lo generoso que es dios y que los creyentes, lejos de caer en la tristeza y el abatimiento, tienen que conservar la certeza de que los fallecidos están en un idílico cielo contemplando a no se sabe bien qué deidad.
Puestos a nombrar los que sobraban en el acto, yo diría que los primeros son esa banda de mafiosillos con corona que dicen representar a este país y que viven del cuento desde 1700.
1 comentario:
Por fin me podré morir en paz sabiendo que la iglesia no va a venir a tocarme los cojones. En cuanto al rey... Prefiero que se vaya con su padre a Botswana...
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