Pedro Lima describe que en el año 2001 se subió a un autobús en la estación de Sucre (Bolivia) con muchos recuerdos terroríficos en su mente y un único objetivo: viajar a Oruro para reunirse con el provincial de los jesuitas, el español Ramón Alaix, y denunciar que los sacerdotes españoles Alfonso Pedrajas, Luis Tó y Antonio Gausset Capdevila abusaban sexualmente de decenas de menores y de los novicios de la orden. El provincial, cuenta Lima, fue despótico. “Me expulsaron de la orden cuando denuncié los abusos. Él lo sabía todo y esa fue su respuesta”. Un día después de su encuentro con Alaix, Lima recibió una carta que oficializaba su salida de la congregación:
“No has salido por propia voluntad, hubieras preferido seguir en la Compañía de Jesús y así me lo has reiterado. Con todo, hemos visto conveniente que nos dejes”.
El exjesuita, exdiputado por Cochabamba de 54 años, añade que su expulsión no fue la única represalia que sufrió. En la carta de despido, a la que ha tenido acceso EL PAÍS, los jesuitas se comprometieron a financiar sus “gastos académicos de matrícula y créditos” para que pudiera estudiar la carrera de Teología con el fin de “optar a la ordenación sacerdotal”. Lima aceptó y asegura que también recibió 3.000 dólares de la mano del catalán Marcos Recolons, por entonces un alto cargo de la orden en Bolivia que unos años más tarde llegaría a la cúpula de la orden en el Vaticano. “Un año y medio después, me llamó Recolons por teléfono para decirme que la compañía me sancionaba y me cortaba la financiación [de los estudios] porque seguía hablando de los casos de pedofilia. Fue una forma de acallarme. Me dijo: ‘No voy a permitir que hables [mal] de mis hermanos jesuitas”, narra por teléfono desde Paraguay, país donde vive actualmente.
Lima desvela este episodio, 22 años después, animado por el escándalo de pederastia que esta semana ha sacudido a Bolivia: la historia del jesuita español Alfonso Pedrajas, alias Pica, fallecido en 2009, que admitió en un diario secreto cómo abusó de decenas de menores en varios colegios de la orden en el país andino y de cómo la orden lo protegió durante décadas. Este exjesuita no solo afirma que la Compañía encubrió de manera sistemática todos los casos de abusos que conocieron, sino que también sancionó y acalló a las personas que lo denunciaron.
Lima fue jesuita entre 1992 y 2001. Pasó como novicio y maestro por varias ciudades (Oruro, Cochabamba y Sucre). En todas ellas relata que fue testigo de los abusos que cometieron Pica y Luis Tó —otro jesuita que la orden trasladó en 1992 hasta Bolivia por una condena de pederastia en España— y acusa de los mismos delitos a Antonio Gausset Capdevila, alias Tuco, un prestigioso sacerdote catalán que desarrolló su carrera eclesiástica en Bolivia y que, hasta ahora, no había sido acusado públicamente por pederastia.
Este último caso fue el que finalmente provocó que Lima acudiera en 2001 a denunciar los abusos a sus superiores. Los abusos que presenció sucedieron a finales de los años noventa, en Sucre, cuando Lima era docente de la orden. Gausset, detalla Lima, tenía una enfermedad degenerativa que le impedía caminar. “Por ello, otro jesuita catalán le conseguía niños indígenas y de familias vulnerables para que le ayudasen. Y de estos niños él abusaba. Yo vivía con ellos en la misma comunidad”, relata Lima. Gausset fue capellán de la Corte Suprema de Justicia de Bolivia y un colegio de Sucre lleva su nombre en su honor.
Tanto Alaix como Recolons siguen vivos y son dos de los ocho ex altos cargos jesuitas que la orden ha suspendido cautelarmente mientras investiga si encubrieron los delitos confesados por Pica en su diario. Ambos aparecen en dicho documento como dos de los superiores a los que este informó de sus delitos y le protegieron.
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