Tomado de elperiodico.com
Ahora mi sufrimiento tiene sentido. Al contarlo, muchas víctimas se han puesto en contacto conmigo. Las he podido acoger y decirles que no tienen la culpa. No hemos hecho nada mal, no tenemos que escondernos”. Enric Soler es uno de los supervivientes que protagoniza La fugida, el documental sobre los abusos a menores en colegios religiosos que Guillem Sánchez lleva ocho años investigando. Hay tanta rabia en sus palabras que, por momentos, se le entrecortan. Habla de impotencia, dolor y vergüenza, pero también de esperanza. Pese al daño, irreparable por seguro, no hay mayor salvavidas que ella. De lo contrario, no habría puesto la cara para que salieran otros tantos casos a la luz. “Lo que viene es más duro de digerir que lo que hemos narrado aquí”.
La cinta, coproducida por El Periódico de Catalunya, medio del grupo Prensa Ibérica, 3Cat y Ottokar, traza el rastro depredador de los sacerdotes Lluís Tó y Francesc Peris entre Barcelona y Bolivia, país al que fueron enviados por los jesuitas tras cometer sus delitos. Se trata, por tanto, de un retrato exhaustivo de la impunidad con la que actuaron. “Es complicado tener pruebas cuando se abordan estos temas, por eso nos centramos en dos casos. Esto ha sido posible gracias a personas que dan la cara, algo que cuesta bastante cuando hay abusos de por medio”.
A lo largo del metraje se desvela que la orden conocía dichos crímenes desde 1968 y que su exilio a Latinoamérica buscaba taparlos. Alessandra Martín fue una de las afectadas: con solo ocho años padeció los atropellos de Tó en la escuela Sant Ignasi, logrando en 1992 que la Audiencia de Barcelona lo condenara e inhabilitara para ejercer como docente. Poco después, casualmente, lo trasladaron a Cochabamba, donde siguió delinquiendo con total libertad. Peris hizo lo mismo.
Cuando empezamos a publicar esta información, pensaba que los padres nos estarían agradecidos... pero la reacción fue la opuesta. Se sentían cuestionados por haber escogido dichos centros para sus hijos”, ha mencionado Sánchez frente a un Cine Ideal con la respiración entrecortada. Se oían suspiros y cuchicheos a menudo. Hay quien, incluso, fruto de la tensión, mostró su repulsa con palmadas de apoyo.
El pasado junio, tras una auditoría interna, la organización reconoció haber tenido en sus filas a 44 abusadores. “Las órdenes del Vaticano eran claras: quien llevara la contraria corría el riesgo de ser excomulgado. Ahora bien, jamás dijo que los pederastas tuvieran que seguir con los niños”, ha sentenciado Sánchez.
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