martes, 22 de octubre de 2019

CURAS PEDERASTAS A ISLA DESIERTA

Tomado de religiondigital.org

A pesar de lo que piensa el Papa Emérito Benedicto XVI, los abusos en la Iglesia no empezaron en los años 60. Más bien, se podrían remontar incluso a la época del propio Jesucristo, quien en opinión de la teóloga Rocío Figueroa fue humillado sexualmente en su Pasión. Empezaran cuando empezaran, el sacerdote estadounidense Gerald Fitzgerald se enfrentó a los abusos del clero ya en 1948, y pasó más de dos décadas intentando advertir a los obispos norteamericanos, e incluso al Papa Pablo VI, del peligro que representaban los curas pederastas.

La increíble historia de Fitzgerald empieza en 1947, cuando el cura, que entonces tenía 53 años, compró un terreno de dos mil acres en Jemez, Nuevo México, para establecer un centro de tratamientos para curas luchando contra el celibato o la adicción al alcohol. Fitzgerald, miembro de la Congregación de la Santa Cruz, una nueva orden, los Siervos del Paráclito, para atender a los sacerdotes en apuros.

La nueva Congregación pronto empezó a recibir sacerdotes que habían abusado de menores, y Fitzgerald empezó a tratarlos con los mismos métodos -sobre todo, espirituales- con los que trataba a los demás presbíteros huéspedes del centro. Pero rápidamente cambió de parecer, e intentó frenar la llegada de los curas pedófilos. "La experiencia nos ha enseñado que estos hombres son demasiado peligrosos para los niños de la parroquia y del barrio como para justificar que los recibamos aquí", escribiría Fitzgerald en una carta años después. Pero a pesar de su negativa a recibir a los pederastas, obispos del país seguían mandándolos a Jemez. Fitzgerald se convenció de que no podían ser tratados, de que no se podía fiar de que fueran a vivir una vida célibe y que debían ser laicizados, incluso contra su voluntad.

Fue entonces cuando Fitzgerald empezó su cruzada para que ningún obispo volviera a asignar a una parroquia a ningún cura acusado de pedofilia. En septiembre de 1957, Fitzgerald escribió al obispo de Manchester, Nuevo Hampshire, observando que el "arrepentimiento y enmienda" en los curas pedófilos es a menudo "superficial y, si no formal al menos subconscientemente, motivado por el deseo de volver a estar en condiciones en las que pueden seguir sus actividades habituales". "Una nueva diócesis" para los sacerdotes pederastas "solo implica pastos verdes", advirtía, quien también lamentó en esta misiva al obispo la deferencia con la que las autoridades civiles trataban en la época a los curas católicos. "Nos sorprende descubrir con qué frecuencia a un hombre que estaría tras las rejas si no fuera un sacerdote se le confía el cura animarum [el cuidado de las almas]", escribía Fitzgerald.

El sueño del cura Fitzgerald, que se articuló por primera vez en 1957, siempre fue llevar a todos los curas pederastas con los que cruzó caminos a una isla, lejos de la sociedad, convencido de que nunca podrían ser rehabilitados.

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