¿A qué acojona, eh? Pues más debería hacerlo cuando sepas que no estoy hablando de los tristes funcionarios que la Comisión Europea, dirigida por los tacañones del Bundesbank, nos impuso junto a Portugal y Grecia. No me refiero a esos huelebraguetas de las cuentas públicas, sino a otros hombres vestidos de negro que arrastran faldones hasta los suelos, que andan buscando notoriedad. Y es que una parte de los curas, que en los últimos lustros habían optado por la discreción y ampararse en el anonimato vestidos de personas “normales”, han decidido recientemente soltarse la melena, desprenderse de prejuicios y hacer ostentación de ser quienes son, curas dogmáticos como dios manda.
Y no veas cómo se lo curran. En según qué barrios y pueblos, los curas de nuevo ennegrecidos no se conforman con renovar el vestuario, no señor, van a la mayor y practican lo que se puede llamar performances visuales con significado en lo social. En los distritos cayetanos se ha puesto de moda salir a la calle tras los oficios reunidos los cuervos con sus grajos, esto es los curas de rigurosa sotana con los practicantes, mejor si son jóvenes, a lucirse, a hacer de familias bien avenidas, exhibiendo niños, carritos, lazos y pompones, un relajado charlar y miradas por aquí y por allá para comprobar que se está haciendo estampa. Proselitismo inducido vía imagen diría yo, aunque unas dosis de perfume y algunos motores rugientes en el contorno aportan glamour escénico para redondear la actuación.
Da la impresión de que está bastante preparado, o sea que puede decirse que son performances teatralizadas, con un puntilloso estudio de los decorados, los personajes y su rol. Apenas nada para la improvisación que caracteriza la espontaneidad performativa. Y hacen bien en no dar rienda suelta a interpretaciones personales que podrían romper la perfección de esas coreografías de calle. Para evitar desviaciones de sentido de lo representado lo mejor es volver a liturgias rígidas e inamovibles, quizás se esté pensando recuperar el latín para convertir estos actos propagandísticos en algo sublime, próximo a la propia eucaristía. No sé qué deciros, no es mi campo de atención preferencial, pero es un dato de la realidad que no me pasa desapercibido, crece el número de curas, tirando a jóvenes, que han vuelto a enfundarse en sus negras sotanas.
Y yo me pregunto el por qué, cuál es la razón de esa sutil propaganda allende los muros de los templos. Porque el modus operandi en que se está fomentado la vuelta a los signos externos de la vicaría divina ya han sido identificado por el propio Vaticano: la excesiva presencia de sectas ultra ortodoxas en los centros de formación o seminarios de curillas en España, algo que se considera una anomalía cercana al travestismo. La sobre representación del Opus, los Legionarios, Kikos y otras sectas radicales son un peligro incluso para la Iglesia ortodoxa a secas. Su fundamentalismo puede resultar altamente tóxico como vemos que ocurre en América del norte y del sur.
Que por qué eligen el vestuario y no han optado por cánticos vehementes como los evangélicos o por provocar sacudidas emocionales mediante bailes y contorsiones como los animistas es algo que me parece claro. Consideran a éstos unos recién llegados que ni siquiera han sido capaces de desarrollar una guardarropía acorde a la solemnidad de su misión en la vida (de los demás) No, su modelo es otro, es el de utilizar sabiamente los registros litúrgicos que han ido desarrollándose a lo largo de cientos de años. Saben que diferenciarse de la sociedad puede resultar un acto de soberbia que casa mal con postulados democráticos. Y qué se dicen ellos, somos la iglesia católica, nosotros enseñamos a jerarquizar y a diferenciar a unos de otros incluido el vestir, el buen vestir en los elegidos y la sotana para sus pastores.
Años de encubrimiento, haciéndonos pasar por iguales pero dedicados a dar cuerpo a las virtudes cristianas no nos han reportado muchos réditos, continúan diciéndose. Hay que mirar al futuro, hacer benchmarking y emular a los mejores ¿Quiénes son los mejores hoy? Desde luego los mulás, ayatolas y demás nomenclatura barbuda que han conseguido articular teocracias sostén para toda clase de autócrata sanguinario. De ellos debemos aprender ¿Y qué les hace respetables? En primer lugar las madrasas, sus peculiares escuelas de formación, y segundo su vestimenta, cuyo rigor les lleva a imponer el ajuar a sus comunidades. Yo me pongo el turbante, pero tú te vas poner el hiyab o te corro a hostias.
Del mismo modo que cuando el grajo vuela bajo es que va a hacer un frio del carajo, cuando el cura se exhibe, es que algo persigue. Los y las jóvenes iraníes, descapotando ayatolas a base de capirotazos (exhibidos en tik tok) son un acto de rebeldía y dignidad que deberíamos apreciar como fin y como método. Aquí va mi consejo, desviste a un cura, pero hazlo con presencia de testigos, que aprovechan cualquier oportunidad.
1 comentario:
Acojona, ciertamente. Está muy bien escrito y advierte de una realidad que se nos viene encima si no la paramos.
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