Veintiséis años de episcopado dan para mucho. Y más en el caso de Juan Antonio Reig Pla, que este miércoles ha sido relevado de la diócesis de Alcalá y ahora será un obispo jubilado, aunque no retirado. Representante del sector más conservador de la Iglesia española, polémico y lenguaraz, enarboló los discursos –y a veces más que eso– más retrógrados y excluyentes de la cúpula eclesial: mandó a los gays al infierno con la palabra y promovió su 'cura' con pseudoterapias, criticó a las feministas, a las personas progresistas y la memoria histórica, y llegó incluso a oficiar misas por el dictador Francisco Franco.
Por eso muchos en la Iglesia sienten alivio por su retirada, que llega solo dos meses después de presentar su renuncia como un mensaje contundente del papa Francisco contra el sector ultra: “Se va el obispo del odio, el que defendió al Yunque y a los lobbies de ultraderecha. Bendito sea Dios”. El mensaje se repite, de una u otra manera, entre muchos de los religiosos y laicos consultados por elDiario.es.
La sensación no es la misma, claro, en los grupos ultraconservadores. Esta misma semana, el portal Religión En Libertad le otorgaba un premio, calificándole como “obispo profético y valiente”. En 2012, la organización ultraconservadora HazteOír también le había galardonado por su “defensa de la dignidad humana”. El reconocimiento le llegó también de organizaciones afines a Vox y al Yunque. Obispos como Jesús Sanz, José Ignacio Munilla, Demetrio Fernández o Rafael Zornoza le echarán de menos.
Y es que Reig se ha significado como el adalid de las declaraciones más duras contra los últimos gobiernos de izquierda, contra el aborto, la eutanasia o el colectivo LGTBI. Tampoco se ha escondido en la defensa, y promoción de las pseudoterapias para curar la homosexualidad, o a la hora de criticar la Ley de Memoria Democrática y avalar el trabajo de los benedictinos del Valle de los Caídos, a quienes incluso llegó a ofrecer una salida, en el 'cementerio de los mártires' de Paracuellos, por si finalmente debían abandonar Cuelgamuros. Su relación con la simbología franquista no se limitó a esto; también ofició misas y actos en los que se 'colaron' banderas franquistas o de Blas Piñar, histórico líder de Fuerza Nueva en España.
No dejó de hablar, y de crear polémica, en sus sucesivos destinos a los que se le asignó: Segorbe-Castellón, Cartagena-Murcia, Alcalá. También en la Conferencia Episcopal, donde durante años fue responsable de la Subcomisión de Familia y Vida y, como tal, encargado de organizar las tristemente famosas 'misas de Colón' contra el Gobierno y de capitanear, al lado de Antonio María Rouco Varela, las manifestaciones contra el matrimonio igualitario o Educación para la Ciudadanía. Como el arzobispo de Madrid también relevado por el Papa como presidente de la Conferencia Episcopal en 2014, Reig se convirtió en un referente de la oposición al gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero y, después, de toda política progresista o de ampliación de derechos. Y dejó muchas 'perlas'. Estas son algunas de ellas:
Retransmitida por La2, Reig clamó contra los gays, que, afirmó: “piensan desde niños que tienen atracción hacia personas de su mismo sexo y, a veces, para comprobarlo se corrompen y se prostituyen o van a clubes de hombres nocturnos. Os aseguro que encuentran el infierno”.
“Y cuando va a abortar a una clínica, sale destruida porque ha destruido una vida inocente y se ha destruido a sí misma; años y años, mujeres que han ido a abortar llevan el sufrimiento en su corazón y muchas de ellas no pueden dormir y han pasado años y años y años porque el pecado siempre lleva como paga la destrucción de la persona”, señaló, en una de sus muchas críticas al aborto.
En 2014, el obispo había comparado el aborto con los “trenes de Auschwitz” y con el “Holocausto”, y acusaba al PP de estar “informado ideológicamente por el feminismo radical y la ideología de género, e infectado como el resto de los partidos políticos y sindicatos mayoritarios, por el lobby LGBTQ”.
Sobre los anticonceptivos, en 2018 Reig denunciaba que “el hombre, habituándose al uso de las prácticas anticonceptivas, acabase por perder el respeto a la mujer y llegara a considerarla como simple instrumento de goce”, y añadía que “las políticas progresistas son ”cultura de la muerte“ y que el aborto era culpable de que ”más de dos millones de bebés en España no hayan llegado a nacer“.
En otra carta pastoral con motivo de la aprobación de la ley de la Eutanasia, Reig acusaba al Gobierno de “convertir a España en un campo de exterminio” . “Esta es la hora en la que vuelven los 'bárbaros' que, embriagados de poder, no saben sostener la casa común, el hogar familiar que ha significado y significa España”.
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