Religión se está quedando en mínimos. La asignatura, que viene perdiendo alumnado desde hace años hasta bajar del 60%, también retrocede en horas lectivas en las escuelas, pero lo hace despacio. La mayoría de las comunidades autónomas –sobre todo las que no gobierna el PP– ya se habían adelantado a la reducción de clases que plantea la Lomloe, de manera que este nuevo curso el panorama será bastante similar al del pasado.
Religión está en mínimos por un lado, pero en máximos por otro. Aún con todo lo anterior, la factura que va a pagar este año el Estado por estas clases es más alta que nunca: el ministerio se va a dejar 115 millones de euros en salarios del profesorado, pese a que cada vez son menos los docentes necesarios para impartir la materia, pero esta se garantiza con que exista un solo alumno que la pida. Por el contrario otras asignaturas, también optativas, necesitan habitualmente tener un mínimo de alumnos interesados (unos ocho, aunque varía según el centro y/o la comunidad) para poder llevarse a cabo.
La Lomloe se ha centrado más en restar importancia a la materia, aunque el ministerio no se ha llegado a poner en entredicho su presencia en las escuelas. La existencia de Religión como asignatura optativa de oferta obligatoria en todos los centros proviene de los acuerdos entre el Gobierno español y el Vaticano, que como tratados internacionales prevalecen en la jerarquía legal sobre una ley orgánica y mientras estos existan o no se modifiquen habrá Religión en las escuelas.
La religión no tiene una asignatura alternativa oficial; las comunidades han tenido que inventarse algo con lo que rellenar ese tiempo, pero ese algo no puede ser académico para que quien curse Religión no quede en desventaja. Algunas, como Galicia, sí han creado esa asignatura espejo –en ese caso será Proyecto competencial del centro– pero en general el alumnado que no vaya a clase de Religión recibirá atención educativa.
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