Tomado de eldiario.es
Roma es, o fue, el centro del mundo. Y, durante siglos, los Estados Vaticanos el lugar en el que se hacían y deshacían fortunas, gobiernos e imperios. Hoy, las cosas han cambiado, y mucho, y a las puertas del Gran Jubileo de 2025, el Vaticano está al borde de la bancarrota. La situación es tan grave que el propio Papa ha tenido que escribir a la Curia y al colegio cardenalicio, admitiendo que las arcas vaticanas están vacías, y que no hay dinero para pagar las pensiones.
“El sistema actual es incapaz de garantizar a medio plazo el cumplimiento de la obligación de pensiones para las generaciones futuras”. Nos enfrentamos a problemas graves y complejos que corren el riesgo de agravarse si no se abordan a tiempo”, señala Bergoglio en su carta a la Curia, mostrando su “preocupación” por la gestión de la Caja de Pensiones del Vaticano. “la actual gestión de las pensiones, teniendo en cuenta los activos disponibles, genera un importante déficit”.
¿Es tan grave la situación? El balance de cuentas de 2023 apunta a un déficit operativo de 83 millones de euros, cinco millones más que el año anterior. Las perspectivas no son muy halagüeñas, visto el paulatino descenso en las donaciones de los fieles.
El Óbolo de San Pedro recibe la mitad de donaciones que al comienzo de este pontificado, una situación que se debe a varios factores: la crisis post Covid-19 y, especialmente, el creciente proceso de desafección de las grandes fortunas –más ultraconservadoras que católicas– a las reformas planteadas por Francisco.
En medio de este panorama, las autoridades vaticanas esperan revertir la situación en 2025 gracias a la celebración de un Año Santo. El Jubileo llevará a Roma –esperan los dirigentes romanos– a más de 35 millones de peregrinos, ansiosos por ganarse la indulgencia de los pecados y, de paso, de gastar su dinero en las propuestas culturales y turísticas ideadas por el Ayuntamiento de Roma y el Vaticano.
La realidad, no obstante, es tozuda: además del patrimonio inmobiliario y los Museos Vaticanos, los únicos ingresos de la Santa Sede —que no tiene impuestos ni política monetaria— son donaciones que se han desplomado: las que envían cada año a Roma las Iglesias más ricas y se han dedicado a sufragar los gastos de la curia vaticana.
Frente a esto, Francisco ya ha trasladado a cardenales “la necesidad de que cada Institución trabaje en la búsqueda de recursos externos para su misión”.
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