Tomado de elconfidencial.com
Si bien es cierto que la Semana Santa siempre ha sido así, una festividad religiosa cuya ubicación en el calendario depende tal cual de los ciclos de la luna, quizá vaya siendo hora de plantearse que tal vez la astrología no sea el mejor criterio para optimizar el rendimiento pedagógico de los estudiantes. No tengo particularmente nada en contra de que se trate una fiesta religiosa, que al fin y al cabo es un criterio tan bueno o malo como cualquier otro (con la Navidad no hay ningún problema), pero sí con que su arbitrariedad sea tan determinante en los usos y costumbres de los españoles.
Porque en eso también somos un poco 'different', y nuestro calendario escolar sigue siendo bastante distinto al del resto de Europa, que cada vez se decanta más por el modelo de los seis períodos de descanso. Es lo que ocurre en Alemania, que cada 'land' decide la duración de las mismas, o Reino Unido, donde las vacaciones llegan con puntualidad inglesa: una semana de descanso cada seis. Pasar 15 semanas –casi cuatro meses– sin un solo día de asueto, como ha ocurrido en España este año, es impensable. Cierto es que en estos países suelen acortar las vacaciones de verano, algo difícilmente implantable en el nuestro debido a ese calor que provoca que a menudo junio sea un mes educativamente achicharrado.
Diversas comunidades han intentado implantarlo así en nuestro país. Cantabria, por ejemplo, eliminó las vacaciones de Semana Santa durante el curso 2017/2018 y la recuperó al siguiente para cuadrar su estructura de calendario escolar de cinco bimestres con descansos. Recientemente, UGT ha propuesto en Castilla y León un modelo con cinco períodos de vacaciones “para evitar la fatiga mental” que contaría con semana de otoño (28 de octubre a 1 de noviembre, aproximadamente), Navidad (23 de diciembre a 7 de enero), Semana Santa/Carnaval (24 a 28 de febrero), Semana Santa (24 de abril a 1 de mayo) y verano en julio y agosto.
Aragón intentó constituir su propio calendario escolar a la europea el pasado año, impulsado por el sindicato CSIF, mayoritario en la mesa sectorial de educación. La propuesta era muy similar a la de Cantabria –un mayor número de descansos pero más repartidos a lo largo del año– pero se encontró con las reservas de los padres que, como recogió el 'Heraldo de Aragón', no tenían clara su utilidad: “Las asociaciones de padres y madres (tanto de la educación pública como de la enseñanza concertada)”, explicaba el medio local, “consideran que podría complicar aún más la ya de por sí compleja conciliación de la vida familiar”. Con la Iglesia –la que realmente manda, la empresarial– hemos topado.
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