jueves, 22 de octubre de 2020

GRANDE MENDOZA

Tomado de lavanguardia.com

Eduardo Mendoza (Barcelona, 1943) ha abandonado Londres y vuelve a vivir en Barcelona, al menos hasta que amaine el virus. La semana pasada se puso a la venta una nueva edición de su ensayo ‘Las barbas del profeta’ (Seix Barral), libro publicado hace tres años en la mexicana Fondo de Cultura Económica (FCE) y en el que el autor repasa los temas y asuntos de la que fue su asignatura favorita en el colegio, la Historia Sagrada, “que nos transmitía todo aquello como verdades pero para mí fue una formación literaria muy potente”. Así, los protagonistas del nuevo libro de Mendoza son Adán y Eva, Noé, Jehová, Abraham, Isaac, Salomón... 

-En todas mis novelas hay momentos donde entra este componente, por ejemplo los santos, los patronos de las ciudades, la virgen de Montserrat, la Macarena... aunque no son elementos estrictamente religiosos. Forma parte de la naturaleza humana creerse estas mitologías... Parece mentira que personas como Platón o Sócrates se creyeran lo de Zeus, Venus, esos personajes absurdos que se convierten en cisnes o toros para ligar con una campesina. A pesar de que eran grandes filósofos, daban esos hechos por absolutamente ciertos, de la misma manera que eminentes pensadores de hoy creen en Buda o la Historia Sagrada. En mi caso, era la única materia absolutamente fantástica que teníamos.

-Los judíos creyentes no pueden comer cerdo ni animales marinos que no tengan escamas, lo que afecta a todos los mariscos, calamares, pulpos... ¿Y por qué prohíbe Dios comer calamares? Es un tema muy serio: ¿qué refleja esto de la naturaleza humana? ¿por qué nos imponemos limitaciones y castigos? Dicen que tiene un origen sanitario, para evitar comer comida contaminada... No, no, es simplemente para distinguirse de otras civilizaciones y decir: ‘Nosotros somos los que no comemos esto’. Luego lo justificamos porque en una montaña se apareció una divinidad prohibiéndonos los percebes y las ostras.

Es otra de las cosas chocantes de la Biblia (Sodoma y Gomorra). De golpe, en ese episodio, se decide condenar a sangre y fuego la homosexualidad, de la que no se había dicho nada hasta entonces. De repente, pum, y no vuelve a aparecer el tema. Otras culturas de la época la ven como algo natural, algo que sucede, ni bueno ni malo, sencillamente lo que hay. Pero en la Biblia, los rayos del cielo destruyen completamente una ciudad en la que, curiosamente, todos eran homosexuales salvo una familia a la que dejan marchar. ¿Usted ha visto alguna vez una ciudad así?.

-Este libro, en realidad, que sería blasfemo en otras épocas, está escrito desde el cariño ¿no?

-Es un libro cariñoso, sí. En ‘El asombroso viaje de Pomponio Flato’ ya se recogía este cariño por las historias sagradas, entonces eran el niño Jesús, san José, la Virgen... Bueno, yo creo que la religión es básicamente algo malo que hay que procurar reducir al mínimo porque siempre acaba con matanzas, exterminios y violencia. Ahora nos quejamos de los islamistas que decapitan a profesores por cualquier tontería, pero ¿cuántos herejes hemos quemado en la plaza pública? La religión, cuanto más apartada, mejor. En cambio, la mitología me inspira ternura porque es el vuelo de la imaginación.

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