El festival Seminci que estos días celebra su 67 edición arrancó en 1956 con el nombre de Semana de Cine Religioso de Valladolid. En pleno franquismo, se celebraba durante la Semana Santa y desde su primer año quedaron claras sus temáticas predilectas: historias de redención que acababan en seminarios, documentales sobre cuadros de motivos religiosos o sacerdotes que trabajan por la concordia entre los más desfavorecidos y la vocación eclesiástica.
Películas nacionales con la intención evidente de propagar los ideales de un régimen instaurado en la censura a todo lo diferente y que provocó un retraso cultural dramático en años de autarquía y aislamiento. De manera que mientras los Oscar premiaban clásicos como Marty, La rosa tatuada, Al este del Edén o Escala en Hawai, en Valladolid el público pudo ver en 1956 Balarrasa (José Antonio Nieves Conde,1950), Cristo (Margarita Alexandre y Rafael María Torrecilla, 1953), El Judas (Ignacio F. Iquino, 1952), La guerra de Dios (Rafael Gil, 1953), La mies es mucha (José Luis Sáenz de Heredia, 1949) y Una cruz en el infierno (José María Elorrieta, 1955).
Porque esos fueron los seis títulos de la programación de aquella primera edición. Películas todas ellas de temática profundamente religiosa en un certamen que en 1960 amplió su nombre para pasar a ser Semana Internacional de Cine Religioso y Valores Humanos de Valladolid, denominación mantenida hasta 1973, cuando adoptó su nomenclatura actual como Semana Internacional de Cine de Valladolid. Un punto de inflexión importante a partir del cual el festival comenzaba a mirar de verdad al futuro en las postrimerías del franquismo.
Para entonces, la Seminci ya había cambiado notablemente desde sus inicios y había premiado con la Espiga de Oro a cineastas internacionales tan prestigiosos como Ingmar Bergman (hasta tres veces), François Truffaut (en dos ocasiones) o Bernardo Bertolucci. Su esencia exclusivamente religiosa se había ido difuminando con los años, dando cabida a historias más universales y variopintas procedentes de otros muchos países (y en no pocas ocasiones burlando a la censura, como ocurriría en 1975 con el estreno tardío, tres años después, de La naranja mecánica de Stanley Kubrick).
Más contenidos y más diversos, algo que ha resultado ser un problema para los dirigentes de Vox en la Junta de Castilla y León, tal y como expresó este lunes su vicepresidente, Juan García-Gallardo: "Creemos que es un proyecto cultural imprescindible para Castilla y León. No hay más que ver el nivel de afluencia de personas y la expectación que genera y el conocimiento que da de Valladolid al mundo este festival del cine. Pero en las últimas ediciones se ha desviado en algunos aspectos la finalidad que tenía, apostando por proyectos puramente ideológicos destinados a favorecer una ingeniería social de género y verde. Por eso nosotros confiamos en que los futuros gobiernos del Ayuntamiento de Valladolid recuperen esa esencia y se centre en lo principal, que es apostar por el cine sin ideología".
la sección de Cambio Climático cuenta con 4 películas que nada tienen que ver con las de aquella primera edición de la Semana de Cine Religioso de Valladolid, pero que han provocado la crítica pública de VOX, por primera vez en el poder en la Junta desde hace unos meses. Porque es probable que la formación de ultraderecha se sienta más cómoda con el argumento de las películas de 1956.
"Estamos viendo como en el festival se incluyen algunas secciones, como la sección del Cambio Climático, algo que consideramos que se desviaba de la finalidad original de lo que era la Semana Internacional del Cine Valladolid. Al final se trata de promocionar nuestra industria audiovisual, dar a conocer la obra de nuestros artistas y no se trata de promocionar los contenidos ideológicos de ninguna formación política, sino apostar sin ningún tipo de sectarismo por nuestra industria del cine", argumentó también García-Gallardo en su dardo público a la Seminci, en el que defendió que para él su esencia es "dar a conocer al mundo lo que es Castilla y León y sus paisajes". "Lo que es nuestra gente y lo que es nuestra cultura", remató, siendo esto último, de hecho y reduccionistamente, la esencia del nacimiento mismo del festival hace 67 años en una España en blanco y negro.
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