Muchos han querido ver la reciente salida del cardenal ultraconservador Antonio Cañizares de la archidiócesis de Valencia y la rápida aceptación de la renuncia del también polémico y derechista obispo de Alcalá de Henares, Juan Antonio Reig Plà, ambos episodios separados por apenas 20 días, como un soplo de aire renovador traído por el papa Francisco a la Iglesia española. Pero lo cierto es que la realidad eclesiástica y su jerarquía siguen caminando alejadas de la doctrina del pontífice jesuita. El próximo año, Bergoglio cumple un decenio como líder de la cristiandad católica y, en ese tiempo, ha nombrado a 32 de los 74 obispos en activo en España y ha promocionado a otros 21 que ya gobernaban una diócesis cuando fue nombrado pontífice en 2013. En total, 53 nombramientos, de los que más de la mitad son obispos del sector conservador, en ocasiones contrario al modelo de Iglesia que propone Francisco.
Si se toman como referencias los discursos públicos de los 74 obispos españoles, sus posturas ante problemas sociales publicadas en la prensa, las políticas que siguen en sus diócesis y fuentes internas eclesiásticas, al menos el 70% de los prelados españoles siguen la línea dura que tanto fomentaron los papas Juan Pablo II y Benedicto XVI. Además, a los prelados activos hay que sumar otros 34 retirados, también de mayoría tradicionalista, que continúan teniendo influencia dentro de la jerarquía. Esto convierte a la pirámide de poder de la Iglesia española (compuesta por dos cardenales, 46 obispos, 15 arzobispos y 11 prelados auxiliares en activo) en una de las más conservadoras del mundo.
Otra cuestión que alarma a los teólogos y al sector aperturista del clero español es la edad de los obispos. En España la media de edad es de más de 65 años, 12 de ellos ya han alcanzado (y sobrepasado en varios casos) la edad de jubilación que marca el derecho canónico, los 75 años, pero Francisco aún no ha aceptado su carta de renuncia. La última fue la del cardenal y arzobispo de Valencia Antonio Cañizares, con 77 años, referente del ala más conservadora de la Iglesia española. Este aspecto, creen los expertos, genera dificultades en el Vaticano para que España asuma o reciba de buen agrado las reformas de Francisco.
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