martes, 22 de junio de 2021

LA MONJA QUE EMBARAZÓ A OTRA MONJA

Tomado de Miguel Zorita en elplural.com
 
El caso que hoy nos ocupa nos remonta a la Sevilla del año 1578. Por entonces algunos nobles o miembros del alto clero tenían a su disposición escritores que les informaban de las novedades que ocurrían en la Corte u otras ciudades importantes. Así vemos, por ejemplo, al dramaturgo Jerónimo de Barrionuevo como corresponsal de deán de Zaragoza. Y en esa línea parece encontrarse el punto de partida de la historia de hoy. Una carta escrita por Cosme Carrillo (posiblemente un licenciado que una década antes tuvo un pleito contra uno de los fiscales de la Nueva España) y dirigida a don Luis de Híjar (quizá el hijo del segundo duque de Híjar).

La noticia vendría a ser esta:
En 1578 en el convento de la Magdalena de Sevilla una monja de 17 años llamada Teresa de la Concepción despertó los murmullos de todas sus compañeras. Un bulto cada vez menos discreto hacía pensar en un embarazo, Pero… ¿cómo, siendo todas monjas de clausura?. Teresa ingresó en el convento a la edad de nueve años, con el paso del tiempo se convirtió en una joven modélica y cada vez más hermosa, así se la describe en la carta mencionada: “las demás invidiaban de su liviandad de cuerpo y de la retahíla de sus atributos”.

Con el pasar de las semanas el “bulto de preñez” no dejaba lugar a dudas y merecía una explicación. Dado el comportamiento modélico de sor Teresa, se buscó una solución demoniaca, concretamente por culpa de un “íncubo maligno aver podido tener acceso a ella”. Pero al ser difícil de corroborar, comenzó una investigación en serio a la que luego se uniría la Inquisición.

La priora corroboró que verdaderamente Teresa ignoraba por completo cómo venían los niños al mundo, lo narra con estas palabras: “que jamás varón alguno avía estado en su deredor y que ella no sabía nada de varones y mujeres”. Y por si fuera poco, el confesor del convento Baltasar de la Cruz, dio fe mediante “coloquios privados” que efectivamente Teresa carecía de la más mínima educación sexual. Algo que no impidió que la Inquisición siguiese con sus pesquisas.

Fue entonces, cuando al interrogar a las monjas se dieron cuenta de “la rezia voz” de una de ellas, llamada Catalina de la Cruz y a la que se describe por un rasgo esencial “vello de mancebo en el mentón”.

Finalmente se ordenó que la priora examinase a la sospechosa descubriendo “con espanto de todos” “que era varón firme y bien cabal”. Resulta que a la edad de quince años su tío, Antonio Lope de Talavera, antes de partir a América, le dejó vestida de doncella y con una buena dote económica para propiciar el ingreso como novicia. Y así estuvo un par de años sin llamar para nada la atención, tan solo el embarazo de su compañera manchó su expediente.

Llama mucho la atención que una vez detenida (o detenido, según se quiera ver) el documento dice “negábasse a despojarse de su hábito de professa” “Tan hermoso y bien dotado para la cualidad de mujer era”. Es decir, que dicho “mancebo preñador” (como se le llama en el documento), se sentía mujer hasta el punto de no distinguirle el resto de la comunidad.

Una vez resuelto en entuerto, sor Teresa se excusó diciendo que todo ocurrió “estando en sueños” y que ella no sabía lo que ocurría. Mientras tanto el padre de la criatura había sido encerrado en otro convento por orden de la Inquisición del que para mayor asombro se logró fugar.

1 comentario:

Juan Moreu dijo...

O sea, que ya en 1578 los problemas de identidad sexual ya estaban presentes en la iglesia católica... Y Francisco sin decir ni mú... 😉