RD ha podido confirmar de fuentes de toda solvencia que el nombre de Aznárez, que sonaba con fuerza para dirigir una importante diócesis, ha sido una solución urdida en secreto entre Nunciatura y antiguos sectores que no se resisten a socavar la autoridad de la actual cúpula episcopal, a la que el nombramiento ha cogido con el pie cambiado.
Y es que, tras la muerte de Juan del Río, las negociaciones para el nombramiento del nuevo arzobispo castrense se han visto trufadas de injerencias políticas y eclesiásticas. En esta tesitura, el sector ultraconservador (con fuerte implantación en el Opus Dei y el mundo castrense) se ha movido como pez en el agua. Todo ello, sin olvidar que el actual arzobispo de Pamplona, Francisco Pérez, fue anteriormente arzobispo castrense, y su opinión ha sido tenida en cuenta.
Primero, tratando de 'sacar' de las negociaciones directas con el Gobierno al actual portavoz, Luis Argüello (un candidato muy del agrado del Rey); después, colocando en la terna a Jesús Sanz, con el indisimulado objetivo de 'acercarle' a Madrid; y finalmente, jugando al despiste con Montes Herreros para dar la estocada con Aznárez, en una maniobra en la que la ministra de Defensa, Margarita Robles, ha podido ser utilizada, o jugado un doble papel, pues habría dado su visto bueno a la candidatura de José María Gil Tamayo, hasta las últimas horas el candidato 'oficial' y que, tras unas primeras dudas, había sido visto con buenos ojos por la Casa Real.
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