lunes, 8 de noviembre de 2021

LA IGLESIA POR ENCIMA DE LA LEY

Tomado de infovaticana.com

 El arzobispo de Valencia, Antonio Cañizares ha publicado una carta pastoral alertando de la situación que atraviesa la Iglesia y occidente.

Vivimos una situación nada fácil en el mundo, en Occidente y Oriente, en Europa, en España, y tal vez estemos sin puntos de referencia o no los tengamos claros o se hayan obscurecido.    ...//... Nos encontramos ante una encrucijada de nuestra historia; el hombre es capaz de lo mejor y de lo peor. Se nos plantea la tarea de preguntarnos por aquello que pueda garantizar el futuro de nuestra sociedad, y, de la Iglesia; sencillamente, debemos preguntarnos por aquello que hoy y siempre tenga futuro por encima de la muerte y sus amenazas, esto es, la victoria sobre la muerte y las cosas que tienen que ver con ella como la guerra, la mentira, el egoísmo, la violencia, la exclusión, la destrucción de la naturaleza, la corrupción, el pecado y el enemigo del hombre en definitiva…  ...//...

Una sociedad organizada en clave de progreso y bienestar, en la que la religión, o mejor, y más aún, DIOS mismo, quedasen superados como reliquia del pasado o recluidos a lo sumo a la esfera de lo privado y en la que la felicidad se pretendiese que quedase garantizada por el funcionamiento solo de las condiciones materiales, estaría abocada igualmente al fracaso. E igualmente le sucede a una sociedad que no se asiente sobre la verdad, la verdad misma del hombre, la verdad moral, sino sobre un relativismo o sobre la mentira, no puede tener futuro. No queda lejos la historia de algunos países que han fracasado de forma estrepitosa por imponer o tratar de edificar un sistema en el que la religión, DIOS mismo, queda por completo marginada o solo tolerada y Dios ocultado y relegado, en el que la vida de todo ser humano no se respeta siempre, y en el que la verdad no cuenta o la mentira se establece como instrumento de éxito o eficacia. El crecimiento de la violencia, la huida hacia la droga, el aumento de corrupción, hacen muy perceptible que la decadencia de valores tiene también unas consecuencias materiales, y que es preciso un cambio de rumbo.

La edificación de la “casa común” de una nueva sociedad, la verdadera unidad entre sus pueblos y sus gentes, (suena franquista, no?) para ser algo más que una quimera o algo más que el conjunto de unas relaciones empíricas, ha de construirse sobre la búsqueda de la verdad de la persona, único fundamento posible al respeto de los derechos de los hombres y de los pueblos. ...//.... La armónica sociedad prevista por la Ilustración como fruto de un abandono de los “prejuicios cristianos”, y de una aplicación sistemática de la razón inmanente nunca ha llegado. Más aún, ha dejado tras de sí una larga secuela de todos conocida, incluso de destrucciones, de guerras, de terrorismos, o de millones de crímenes legales sobre seres indefensos e inocentes, como son los abortos, sin duda la más grave barbarie de la historia humana. ...//...

Los derechos fundamentales inherentes a la dignidad de la persona humana o de ella derivados no son ni creados por el legislador ni concedidos a los seres humanos o a los ciudadanos, sino que más bien existen por derecho propio y han de ser respetados por el legislador, pues se anteponen a él como valores superiores. ...//... El reconocimiento y valoración de la razón y de la libertad que están en la entraña misma de nuestra sociedad por la tradición y cultura que la sustenta, por sus raíces –también cristianas que no podemos soslayar ni preterir–, sólo pueden tener consistencia como dominio del derecho. Reducir la Iglesia a una gran ONG, despojándola de su fundamento que no es otro que Jesucristo, reducirla a una gran organización social, como algunos posmodernos pretenden, y quitarle su identidad que es y Jesucristo y el anuncio de Jesucristo es privar a nuestro mundo de lo que más necesita pues necesita a Jesucristo. ¡Iglesia, sé tú misma y que nadie te reduzca!

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