domingo, 28 de febrero de 2021

EXPOLIO FRANQUISTA

Tomado de publico.es

¿Qué hizo el franquismo con las miles de obras custodiadas o evacuadas por la República durante la guerra? Esa es la pregunta que rondaba en la cabeza de Arturo Colorado Castellary desde hace años. Ahora encuentra respuesta. Un minucioso estudio publicado bajo el título Arte, botín de guerra. Expolio y diáspora en la posguerra franquista (Cátedra, 2021) da buena cuenta de cómo la devolución del patrimonio artístico español realizada por el régimen terminó con la desviación de multitud de obras que jamás fueron devueltas a sus dueños legítimos. Entre los agraciados, diferentes organismos (civiles y políticos, militares, culturales y centros educativos), pero también la Iglesia, con un patente trato preferente, y algunos particulares que no dejaron pasar la oportunidad de beneficiarse del momento.

Todo comienza con el estallido de la Guerra Civil. La República desarrolló todo un plan de protección del patrimonio artístico creando la Junta del Tesoro Artístico (JTA), encargada de la búsqueda, recopilación y depósito de miles de obras. Junto a ella, un comité internacional propiciaron la evacuación de algunas de las obras más importantes del momento desde Madrid al Palacio de la Sociedad de Naciones en Ginebra. Entre ellas, más de 500 obras selectas del madrileño Museo del Prado.

Colorado afirma que la protección del patrimonio artístico en la zona franquista fue ínfima: "Hay declaraciones de algún responsable del Ejército que decía que haberse preocupado por las obras de arte hubiera sido considerado como derrotismo. Realmente, la intervención que llevaron a cabo se ubica en la posguerra", remarca el historiador catedrático de la Universidad Complutense de Madrid (UCM). De esta forma, el escritor cierra una amplia y documentada trilogía.

la fórmula habitual utilizada por el Sdpan era que la persona en cuestión "reconoce que son de su propiedad". Así de simple. Después lo cambiaron, alineándose con la retórica impuesta por el nacionalcatolicismo, por lo que dicha persona "jura por Dios y por su honor reconocer como de su absoluta propiedad". Más allá de estas fórmulas para entregar cientos de obras de arte, la entrega en depósito es la más controvertida. "¿Cómo se puede entregar en depósito una obra a quien dice que es suya? Ese es el tema fundamental de la investigación, y podemos concluir que hubo una auténtica diáspora de obras de arte en todo el territorio nacional".

Según el estudio, 3.761 piezas artísticas fueron entregadas en depósito a 35 museos, 2.330 a organismos, y 2.040 a la Iglesia. Esta última institución, erigida como baluarte moral del régimen franquista, tuvo un trato preferente en cuanto a las devoluciones. El propio Colorado lo define como una compensación a la Iglesia por las múltiples pérdidas ocasionadas durante la Guerra Civil por la "barbarie roja", cuya "propaganda franquista en este sentido ha dejado una huella tan profunda en la mentalidad española que, en principio, a muchos podría parecerles justificado este trato preferente por parte del Sdpan". Por otra parte, la Iglesia también obtuvo un regalo de los nazis, que quisieron compensar los daños que habían sufrido durante la guerra. "Les entregaron un conjunto importante de piezas procedentes de Polonia, fundamentalmente orfebrería religiosa. Fue otra manera más de materializar la colaboración entre el nazismo y el franquismo", explica Colorado.

Hubo casos en los que la Iglesia se benefició de obras que ni le pertenecían ni habían perdido por los asaltos e incendios al comienzo de la guerra. Es el caso de León, donde la sublevación franquista había triunfado desde el primer momento y, por lo tanto, sus templos no sufrieron daño alguno. Sin embargo, tanto el Palacio Episcopal como el Obispado de la ciudad recibieron dos depósitos de piezas patrimoniales. En este caso en concreto de los tantos que el autor aporta en el libro, un hecho llamativo es que el Palacio Episcopal de León recibió una obra de procedencia conocida y que nunca sería devuelta a su propietario.

Otro caso diferente fueron las piezas utilizadas para decorar las residencias de Francisco Franco, tanto las públicas, como el castillo de Viñuelas y el Palacio de El Pardo, como las privadas, como el Pazo de Meirás y el Palacio del Canto del Pico. Según la base de datos utilizada por el autor, hay 482 piezas en paradero desconocido.

Tal y como concluye Colorado, "se podría decir que con su política de devoluciones y entregas en depósito el franquismo estaba ejecutando una especie de amortización o una contradesamortización, viejo sueño pendiente de la derecha española. El arte se convertía en poder y en símbolo de la utilización política del patrimonio, lo que permitió saquear a los republicanos exiliados o en prisión y premiar a los vencedores. En última instancia, la instrumentalización política del patrimonio".

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