domingo, 21 de febrero de 2021

LAIGLESIA SE VACÍA, PERO LA CULPA ES DEL GOBIERNO

Tomado de infovaticana.org
 
Parece ser que los obispos españoles están preocupados por la disminución del número de asistentes a las misas dominicales después del confinamiento. Lo han notado también en la bajada de la recaudación en los cepillos de las iglesias. Y la cuestión preocupa. La caída podría llegar a un 40%.

Es ya un lugar común decir que el coronavirus ha cambiado nuestras vidas, y que algunos cambios han llegado ya para quedarse. Son frases hechas y tópicas que se repiten en los periódicos. Sin embargo, no hay nada que haya venido para quedarse que no estuviera ya de alguna forma presente. 

Las iglesias españolas van despoblándose, y encontrar en ellos un menor de cuarenta años, o incluso varones, empieza a ser raro. Según una reciente encuesta del CIS, ya sólo el 57% de los españoles se declaran católicos, diez puntos menos que al inicio de la pandemia, y cuando hace apenas un par de décadas la cifra estaba en torno al 90%. Entre la juventud, la asistencia regular a la misa dominical está por debajo de uno de cada diez. En una reciente encuesta de World Vision y Barna Group, a la pregunta sobre la importancia de la dimensión religiosa en sus vidas, el 60% de los jóvenes entrevistados respondía que poco o nada.

Tampoco el panorama de los curas es mucho más alentador. Rara avis es un celebrante que baje de los sesenta, o de los setenta, o incluso de los ochenta…es decir, sacerdotes jubilados que siguen al pie del cañón, porque falla la “tasa de reposición”. Los seminarios están vacíos, las congregaciones religiosas subsisten gracias a las vocaciones de los países subdesarrollados. Los jesuitas, franciscanos, agustinos y dominicos están en torno a cinco seminaristas en España, muchos menos si contamos sólo a los nativos. Si la tendencia continúa, en quince o veinte años, desaparecerán de nuestro país las que han sido principales órdenes religiosas durante siglos. Por otra parte, los pueblos se quedan sin cura que les diga misa, es decir, en situación análoga a la que antes oíamos contar de los países de misión, donde los fieles tenían que andar 30 kilómetros para recibir los sacramentos.

La situación era excepcional y lo primero, la salud de todos, era lo primero. Lo importante era seguir las recomendaciones del Ministerio de Sanidad -el “Ministerio de la Verdad” orweliano-, que se convirtió en gran administrador apostólico: cuándo podrían abrir las iglesias, con qué aforo, en qué horarios y con qué ritual: mascarillas, pasillos, señalizaciones, espaciamiento en los bancos…

En España fueron muy pocas las voces episcopales que se dieron entonces cuenta de lo que todo aquello significaba, del mensaje que se estaba dando a la feligresía con tanto anteponer la salud y tanta sumisión a los dictados del gobierno orweliano.

El primero, naturalmente, que la salud es lo primero, y ante ello, todo lo demás tiene que ceder, incluido el culto divino y los derechos de Dios. Un mensaje sin duda novedoso en la historia de la Iglesia, y que de haberse conocido antes hubiera ahorrado mucho mártir en el Coliseo y mucha madre Teresa atendiendo moribundos contagiosos.

El segundo, es que el gobierno tiene autoridad para abrir y cerrar iglesias y para disponer el orden interior en las mismas. Y si el gobierno puede decidir que no se pueden hacer procesiones el día del Corpus en el atrio de la iglesia, supongo que con más motivo se le está legitimando para que mañana disponga quitar el crucifijo de las escuelas o prohibir la celebración en las calles de la Semana Santa.

El tercero, es que, ante el bien superior de la salud, internet o la televisión suplen sin problema a la asistencia y participación directa en los sacramentos. Y, qué duda cabe, acaba hasta resultando más cómodo: elijo horario, oigo misa en un sofá, y hasta me paso de un canal a otra si el cura me aburre en la homilía. 

Conclusión: una parte de los católicos españoles que tenían el hábito de la asistencia dominical a misa, han perdido esa rutina durante los confinamientos, que están siendo suficientemente largos y frecuentes como para hacernos cambiar de hábitos. Y una vez pasadas las restricciones, casi como que se han acostumbrado ya a que ir a misa pueda ser un poco como a la carta y un poco como cuando apetece.

Así a lo tonto, y aun cuando este resultado estuviera lejos de lo que pretendían los obispos con sus recomendaciones, lo cierto es que hemos acortado algunos años en nuestro caminar hacia una iglesia vaciada. Lo que se nota también en la recaudación de los cepillos. La situación es preocupante.

N.R. por favor, releed los puntos primero, segundo y tercero. Estos tíos son un poco limitados o son una banda de bordes que anteponen sus intereses al de la salud colectiva?. Habla del culto divino y los "derechos" de dios... la asistencia al culto (y el contagio) como una forma de martirio que debe ser preferido al cierre de las iglesias o las limitaciones por la pandemia. Y su preocupación por la recaudación de los cepillos es de pura enfermedad.

No hay comentarios: