Nadie puede acusar al reverendo Martin Anderson de ir por la espalda, decir las cosas a medias o utilizar subterfugios. Pero cuando advirtió en su sermón de un domingo en el servicio de las 10.30 h de la mañana que pretendía “abrir las puertas de la iglesia para tener una mayor interacción con la comunidad”, nadie imaginó que tenía en mente organizar un botellón en toda regla para los feligreses, sus familiares y amigos.
No ha sido un botellón como los de la plaza Espanya, Gràcia o la playa del Bogatell durante las fiestas de la Mercè, que quede claro, con decenas de miles de jóvenes y adolescentes, saqueo de comercios, quema de coches y desmadre generalizado. Más bien un botellón eclesiástico , con un promedio de edad en torno a los sesenta años y bastante bien ordenado, con el propósito de recaudar fondos para arreglar el reloj de la iglesia (protestante) de la Virgen María en Stockton-on-Tees, una localidad de 85.000 habitantes en el condado de Durham, norte de Inglaterra.
Pero a algunos feligreses les ha parecido irreverente y una falta de respeto que los participantes en el “festival de la cerveza” (nombre oficial del acontecimiento, porque en inglés no existe exactamente el concepto de botellón) usaran las tumbas del centenario recinto a modo de mesas para depositar los vasos de plástico o se sentaran en ellas si no habían tenido la elemental precaución de traer de casa sillas plegables. O que la nave de la iglesia normanda del siglo XI pareciera un pub o un beer garden , con la gente bebiendo, charlando y riendo –algunos, un poco chispitas– en los bancos donde se arrodilla la gente, e incluso en los confesionarios (el altar fue declarado zona no go ). La nave de la iglesia normanda del siglo XI se convirtió en bodega para colocar los barriles y escanciar las bebidas.
“Tengo antepasados enterrados en el cementerio y me parece abominable que el lugar sagrado haya sido utilizado para semejante barbaridad”, dice una residente de Stockton-on-Tees que ha protestado oficialmente a las autoridades de la Iglesia de Inglaterra, que no se ha pronunciado oficialmente al respecto. El reverendo Anderson lleva ocho años como párroco, y por lo general es bastante querido, con reputación de moderno y abierto. Para algunos, visto lo visto, incluso demasiado.
El botellón en cuestión ha durado cuatro días, una especie de Oktoberfest de Munich adelantada a septiembre y en medio de la bucólica campiña inglesa.
1 comentario:
Primero se emborrachan y luego meten mano a todo lo que se menea...
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