Urk, el municipio holandés que no se vacuna porque confía en Dios y en el pescado.
“No es que nos creamos mejores en Urk o que no queramos escuchar al Gobierno. Queremos obedecer, pero dentro de los mandamientos de Dios. Hacemos esto por la salvación de las almas de la gente. El contacto ha desaparecido, y no se tiene en cuenta el malestar psicológico del municipio”, argumenta Hessel Snoek, de la iglesia Sionkerk. Escribió una carta a sus feligreses en primavera invitándolos a rezar y el alcalde se negó a intervenir por libertad de culto.
El ministro de Justicia, Ferdinand Grapperhaus, él mismo del CDA, les transmitió otro mensaje: “Pedimos a todos en Países Bajos, incluida la comunidad eclesiástica de Urk, que continúen haciendo un esfuerzo conjunto para combatir el virus”. Los periodistas que fueron a cubrir la reapertura de las iglesias fueron atacados por los feligreses.
La paradoja sigue: casi nadie se hace un test de coronavirus; entre los que se hacen la prueba, pocos dan positivo, y, hoy, con el 80% de la sociedad neerlandesa completamente vacunado, Urk es un punto rojo oscuro, donde pocos quieren la vacuna. Solo un 23% confía en la ciencia, es decir, solo una de cada cuatro personas ha sido vacunada. Es el peor dato incluso de entre los municipios que conforman el 'cinturón bíblico' de Holanda. Vacunarse es “una elección libre”, insistió la Junta de Sanidad de Flevoland, que lleva a cabo campañas en redes sociales y centros de salud para motivar a los vecinos a inmunizarse.
Un 95% de los 21.300 vecinos de Urk va a la iglesia, sea por firme convicción o por apuntarse al 'hobby' social más valorado del pueblo. Y lo tienen claro: Dios lo ha predestinado todo y la vacunación manipula el sistema inmunológico y el cuerpo y, por lo tanto, interviene en las acciones del Creador. Otra encuesta confirmó que se trata de la comunidad más eclesiástica del país, con un 98% de integrantes que sigue alguna denominación religiosa.
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